Palacio Rejadorada

El trato nos resultó muy agradable y muy amable. La habitación muy amplia y confortable y el edificio muy bonito. El desayuno muy rico. Además se encuentra ubicado a unos pasos del centro histórico. Lo hemos disfrutado mucho.Gran experiencia.

Estuvimos alojados un fin de semana y la experiencia es muy recomendable. La habitación en la que estuvimos hospedados era muy grande, limpia y acogedora, la cama muy grande y cómoda. El hotel es precioso, la pena es no haber podido aprovechar la terraza interior que tiene con la cafetería para tomar unos vinos ya que el tiempo no lo permitía. Esta muy cerca de la plaza Mayor y aunque no tenga parking no tuvimos problemas para aparcar el coche. Los desayunos muy ricos y con café de cafetería y no de capsulas.

Decepcionante. Evitar la "Habitación Familiar Deluxe", si bien es la mas grande, el olor a fritanga es tremendo. La cocina del restaurante debe estar debajo de esta habitación, y debe subir el olor por el respiradero del baño....... A nivel de limpieza, los baños dejan un poco que desear. El desayuno sencillo pero muy bueno (Café, zumo de naranja, bizcocho super jugoso, tostada de pan de pueblo con tomate y jamón, o mantequilla y mermelada)

Un alojamiento muy agradable, con un patio, bodega y estancias en general dignas del patrimonio cultural de la zona. Alojarse en un lugar como este amplia la experiencia del viaje al momento de descanso. Servicio de cafetería notable, amabilidad de los regentes, tranquilidad de las habitaciones...un lugar muy pulcro y con sabor a cultura local, tradición con todas las prestaciones de un alojamiento actual.

Magnifico Palacio especialmente rehabilitado para que tu estados en el hotel tenga todas las comodidades Camas, buenísimas, toallas grandes y almohadas muy cómodas Me encanto dormir como una princesa en un palacio/ bodega con todas las comodidades

Aunque en principio iba a ser una estancia acompañada, circunstancias inesperadas hicieron que viajara sola a Toro. Pasé tres días con sus respectivas noches mejor de lo me había imaginado. El palacio es un remanso de paz. Nada más cruzar el fabuloso umbral de su bello portón de madera, uno retrocede siglos atrás y se olvida de las prisas, del estrés y de las vicisitudes del día a día que nos enredan a la mayoría. Habitaciones amplias, con suelo de madera y ventanales hermosos. Las camas son grandes y los colchones increíbles. Situado a un tiro de piedra de la Torre del Reloj, de la Colegiata de Sta. Mª, del Alcázar, de la Plaza Mayor, de la Plaza de Toros, del Monasterio Sancti Spiritus, de la Iglesia de San Salvador etc.... y, al mismo tiempo, está también lo suficientemente apartado como para poder descansar del mundanal ruido. Fácil para aparcar. Perfecto para salir a caminar hacia la ribera del río Duero y sorprenderse de la belleza del puente de Piedra al cruzarlo, así como de los diferentes senderos que lo rodean. Mercedes y Ana, aparte de ser unas profesionales de primera a las que nunca les falta la sonrisa y las ganas de ayudarte, hacen que te sientas como en casa. El desayuno es muy completo. No le falta de nada. Hay una cafetería con restaurante en el mismo patio del palacio, aunque independiente del hotel. Patio lleno de árboles que le dan frescor y elegancia a partes iguales. Me quedé con ganas de visitar su bodega subterránea... ¡Volveré!