Habíamos estado seis u ocho veces con anterioridad, la última antes de la pandemia. Ahora los apartamentos los gestiona ONA y, al menos el nuestro, estaba avejentado y falto de mantenimiento (manchas de herrumbre en la bañera, armarios que no cierran, un estor que no podía alzarse por falta de cadena). El aire acondicionado del salón no funcionaba y no lo arreglaron en tres semanas de estancia ¡en pleno agosto!. Tampoco funcionaba (ni lo arreglaron) el televisor del dormitorio. Además, ahora solo cambian sábanas y toallas una vez a la semana (antes dos veces) y no repusieron nunca el gel del dispensador del lavabo y de la bañera, a pesar de pedirlo. El personal de recepción, por otra parte, carecía de toda empatía cuando se le pedía subsanar deficiencias. Como guinda, el wifi (débil e inestable) dejó de funcionar los dos últimos días. Ya no lo reclamamos, sobre todo porque no estaba ofertado expresamente, pero debe tenerse en cuenta porque prácticamente no hay ninguna cobertura de móvil (ni datos ni voz) en gran parte del resort. En definitiva, un lugar que había sido muy agradable se ha convertido en un producto de baja calidad, al que no volveremos, al menos mientras siga gestionando por ONA y no veamos muchas opiniones favorables.
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