Nos alojamos en este hotel y la experiencia fue excelente. La ubicación es inmejorable, en pleno centro, lo que facilita moverse por la ciudad sin necesidad de transporte. Las habitaciones son muy amplias, con camas cómodas y todo impecablemente limpio, lo que hizo nuestra estancia muy confortable. Pero lo que realmente nos sorprendió y agradecimos profundamente fue el trato humano. El día de nuestra salida, teníamos que llegar a la estación de autobuses, que está aproximadamente a un kilómetro, pero tanto mi marido como yo teníamos problemas físicos: él con un tendón roto y yo con tendinitis. Solicitamos un taxi, pero al ser el día de la Virgen de las Viñas, los taxis dejaron de operar a las siete de la mañana y no había servicio disponible. Al comentar la situación con Encarni, de recepción, no dudó en ayudarnos. Con gran amabilidad y empatía, nos ofreció que Lola, una de las dueñas, nos llevara personalmente a la estación a las 7:30 de la mañana... ¡un domingo! Lola nos acompañó con todo el cariño y atención, gesto que no olvidaremos. Más allá de las instalaciones, lo que hace especial a este hotel es la calidad humana de su gente. Sin duda, lo recomendamos y volveríamos sin pensarlo.
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