Hotel muy bonito con una atención personalizada. Los anfitriones (los llamo así porque más bien era como estar en casa de alguien más que en un hotel), muy amables y disponibles en todo momento para lo que necesitamos. No dispone de ascensor, es una casa antigua de dos plantas, pero hay pocas escaleras para subir. Habitaciones muy amplias y con una decoración exquisita. Camas y almohadas cómodas. La habitación tiene armario, mesa y sillón o silla dependiendo de cuál. Baño reformado, moderno y muy completo. Las zonas comunes son la casa y su jardín con piscina, juegos infantiles y zona de huerto y animales de granja (gallinas, pavos...) El desayuno lo tomamos en el jardín trasero, en una gran mesa todos los hospedados. Desayuno francés completo: tostada, crepes, bollería artesana, cafés, leches, zumos y como siempre con la atención del anfitrión para lo que necesitáramos. En definitiva, era como estar en la casa del pueblo de tus abuelos, pero con más gente.
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