El castillo del Burg Windeck se sitúa en los alto de una loma muy ventosa (de ahí su nombre), en la frontera del parque nacional de la Selva Negra, dentro de él. Merece la pena visitarlo de por sí y para, desde su aparcamiento, hacer alguna de las rutas a pié o en bicicleta muy bien señaladas. Hay un pequeño parque para niños. Junto a él está el hotel y restaurante. La habitación familiar es un duplex muy amplio, con salón-dormitorio en la planta baja y un segundo dormitorio y el baño en el primer piso. Vistas de los viñedos muy buenas desde la habitación. Suelo de parquet. Cama con dosel en el dormitorio principal, con algunos detalles de limpieza que deberían haber mejorado (moscas vivas... y muertas). Desayuno buffet muy correcto y completo y bien organizado en tiempos de Covid. La posibilidad de cenar en el hotel fue un puntazo, con un menú gastronómico que superó todas nuestras expectativas, tanto por la presentación de los platos, como por la calidad de los alimentos (el guiso de ciervo, estupendo). Como algo a mejorar: algunas de las plazas del parking exterior deberían reservarse para los clientes del hotel pues a nuestra llegada el parking estaba prácticamente completo y fue difícil encontrar un sitio para poder llevar las maletas hasta el hotel. A la salida nos permitieron acceder con el coche al recinto, lo que facilitó la carga. Admiten mascotas.
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